2005/06/30

> Berria: Homofobia > LA AVT SUSPENDE UNA PROTESTA POR LA ACTITUD HOMOFOBA DE LOS CONCENTRADOS

  • La AVT suspende el acto contra el cierre de la comisión del 11-M por las agresiones de los asistentes a los periodistas
  • Informativos Telecinco, 2005-06-30 # Agencias
Era una concentración contra el cierre de la comisión del 11-M convocada por la Asociación de las Víctimas del Terrorismo. Pero se ha convertido en una protesta violenta contra los homosexuales y las últimas decisiones del Gobierno.

La Policía ha tenido que intervenir porque los manifestantes han agredido a algunos periodistas. Esta actitud de los concentrados provocó que la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), suspendiera la concentración, lo que anunció su secretaria general, Carmen Miranda.

"La AVT no tiene nada que ver con esto que se ha organizado ahí y nosotros damos por concluida la manifestación", dijo Miranda a los periodistas.

Un centenar de personas, la mayoría de ellas de avanzada edad, se había concentrado en la plaza de Neptuno de Madrid, cerca del Congreso. Con gritos de "¡Libertad, libertad!". Los exaltados interrumpieron el tráfico en la carrera de San Jerónimo e intentaron acercarse a la fachada del Congreso de los Diputados, lo que obligó a la Policía a establecer un cordón de seguridad.

Algunos de las manifestantes, que ya habían golpeado a cámaras y fotógrafos, comenzaron entonces a quejarse de que las víctimas del terrorismo no pudieran llegar hasta el Congreso cuando sí pueden hacerlo, dijeron, los homosexuales.

Insultos a los homosexuales
Un anciano tocaba la marcha nupcial en su armónica, mientras que el grupo gritaba: "Maricones, maricones" o "viciosos" y otro hacía ondear una gran bandera española en una de cuyas esquinas había pegado la de Estados Unidos.

"La ley de vagos y maleantes para todos los maricones que hay ahí arriba", gritó uno de los más activos, que fue inmediatamente jaleado por los demás.

La confusión en el objeto de la convocatoria se hizo también patente en las pancartas, ya que se disputaban el protagonismo las que se preguntaban "ETA chantajea a ZP con el 11-M?" con otras como la que aseguraba que "La homosexualidad es una enfermedad que hay que curar y no premiar".

A las 13:20, el centenar de personas que se concentró en principió contra el cierre de la comisión del 11-M se ha desplazado a la Puerta del Sol para unirse a la protesta del Foro de la Familia contra los matrimonios homosexuales. Los manifestantes gritaban: “Vamos a Sol, la familia nos espera”.

> Iritzia: Rafael Sánchez Ferlosio > PARA SAVATER

  • Para Savater
  • El País, 2005-06-30 # Rafael Sánchez Ferlosio
En vez de despachar a la Iglesia católica con un sarcasmo barato ("que vive sobre todo de la gestión de bautizos, bodas y entierros"), bien podría haber criticado lo verdaderamente resonante de su intervención en la cuestión de las leyes estatales para nuevos matrimonios: el intento de incoar entre los católicos con atribuciones administrativas concernientes al caso (alcaldes, etcétera) una especie de "objeción de conciencia obligatoria". Ya sé que "obligatoria" implicaría aquí una contradictio in adjecto, y lo pongo en cursiva -o sea con reservas- para no ser arbitrario, porque la jerga eclesiástica se ha vuelto hoy tan viscosamente equívoca que, en lugar de "decir", "deja caer". Antaño, por lo menos, cuando el populismo no lo había llevado del todo hasta la afasia, el lenguaje de la Iglesia hacía gala de hermosas distinciones, como aquellas que especificaba si una opción determinada era "de precepto" o era "de consejo". Me parece que la idea de "objeción de conciencia" connota más bien una opción "de consejo", que en nuestro caso podría formularse así: "No prohíbo a los alcaldes católicos que ejerzan la función legal de administrar el matrimonio civil entre personas del mismo sexo (que, por lo demás, para la Iglesia es nulo y ninguno como cualquier otro matrimonio civil), tan sólo quiero, paternalmente, advertirles de lo imprudente y hasta peligroso que el hacer extensivas sus atribuciones administrativas a semejante práctica podría resultar para sus conciencias, la salvación de sus almas y la ejemplaridad entre los creyentes". Si la opción fuese, en cambio "de precepto", comportaría, a mi entender, una prohibición moral cruda y desnuda -cuya infracción sería, sin más, pecado-, y, en modo alguno, podría ser objeto de un trance como el que suele llamarse "objeción de conciencia", al menos en el significado y el sentido en que yo intento interpretar todo el asunto, pues, por muy gratamente que resuene en cualquier buen oído castellano la pareja de términos "de precepto" y "de consejo", su contraposición conceptual no deja de adolecer, llevada al límite, de un toque de la tradicional y venerable logomaquia fundacional del cristianismo. Comoquiera que sea, Fernando Savater -cuyo artículo El exceso moral (EL PAÍS, 27-6-2005) es el objeto de esta carta-, tan contumaz apasionado de "la sociedad laica de garantías y libertades", bien podría haberse acordado de mejores tiempos, en los que nada menos que la Iglesia dogmática anticipaba argumentos válidos contra la actitud de la actual Iglesia del populismo publicitario. Así, del memorable pasaje de la Summa theologica (Secunda secundae, Quaest. X, Art. X), en las cuatro frases que empiezan: 1. "Alio modo possumus...", 2. "Ubi considerandum...", 3. "Ius autem diuinum..." y 4. "Ideo distinctio...", donde Santo Tomás de Aquino prefiguraba ya la separación de la Iglesia y el Estado; o, más ceñidamente a nuestro asunto, de Francisco de Vitoria, cuando admite que la deontología contractual prevalezca sobre la conciencia moral del funcionario y nada menos que con el ejemplo del verdugo: "No puede admitirse que si el verdugo duda de la justicia de la sentencia del juez dude también de si le es lícito ejecutarla, sino que, por el contrario, está obligado a hacerlo". A mí no me entusiasma la "sociedad contractual", porque la subordinación de la conciencia personal a la deontología comporta una evidente capitidisminución moral de los sujetos, pero hay que entender los motivos de Vitoria, porque el ejemplo del verdugo está puesto para discurrir sobre el deber moral de los soldados -o sea sobre lo primero que hoy se ha llamado "objeción de conciencia"-, y su buen deseo no era probablemente otro que el de aliviar las conciencias de tantos infelices como los que en su tiempo se veían obligados a tomar las armas. Sea como fuere, Vitoria se anticipaba, respecto del Estado, a la pintoresca fórmula últimamente ofrecida por el nuevo Papa: el "sano laicismo". No menos pintoresco resulta que a las derechas españolas les hayan fallado de pronto y simultáneamente sus dos máximos mentores: el Vaticano y la Casa Blanca; el primero con la dicha recomendación, y la segunda con la revelación de que lleva algún tiempo "hablando con terroristas". ¡Qué horror, querido Fernando!